martes, 6 de marzo de 2012

1. Introducción

INTRODUCCION


Finalizaba el plácido verano de 1988 cuando, siguiendo una tradición familiar, pasaba unas breves vacaciones en compañía de mis padres en Villarino (Piñor de Cea, San Mamed de la Canda, Orense). Era el mes de septiembre y, por ocupar el tiempo, le propuse a mi padre realizar un vídeo en el que, sobre el fondo de imágenes del Pazo y de los diversos rincones de la finca, él fuese explicando lo que yo grababa en las imágenes. Aceptó la idea con entusiasmo y, durante los días previos, observé con sorpresa como manejaba y estudiaba diversos libros y documentos, tomando numerosas notas. Llegó el día de la filmación y vi lo que mi padre había hecho en los días previos: un guión muy preparado sobre la historia de nuestro Pazo de Villarino que, como si se tratase de un documental cinematográfico, fue desgranando a lo largo de la grabación. Muchos años después releí con nostalgia aquel guión y, en memoria de mi padre, elaboro este modesto documento para uso y disfrute de mi familia y para que sirva de ayuda a las generaciones futuras para que sepan quienes son, de donde vienen y quienes habitaron en esta hermosa tierra de Villarino.

La finalidad del foro es doble. Por un lado, profundizar, con las aportaciones que vayan apareciendo y que ya agradezco de antemano, en nuestra historia familiar. Por otra, ofrecer a mi familia la posibilidad de conocer quienes somos y de donde venimos. Por estos motivos el foro es abierto y dinámico en el que todas las semanas trataré de hacer y ordenar las nuevas entradas: todo el que tenga algo que aportar, sea de la familia o de fuera, será bien recibido.

El trabajo se compone de cinco partes, además de la introducción. En ellas intentaré reconstruir la genealogía de los que habitaron el Pazo de Villarino, desde los lejanos tiempos del año 983 (primero de la estirpe que se puede documentar) hasta los actuales poseedores del mismo, en un modesto afán por conocer a los protagonistas de nuestro linaje, desde lo primeros Villarino (así aparecen en los documentos de la época), hasta los actuales Mosquera. También intentaré profundizar en su posición social y económica y me recrearé en viejas historias y costumbres familiares, algunas transmitidas por tradición oral y otras recogidas en la documentación que he podido encontrar sobre nuestra historia.

En el capítulo de agradecimientos los primeros deben ser para mi padre, pues él ha sido quien me ha enseñado a conocer y a querer esta tierra y para mi mujer Teresa, sin la cual este trabajo simplemente no hubiera existido, pues con su entusiasmo y paciencia en el trabajo de ordenar los datos así como en la parte técnica, ha hecho posible esta investigación. A mis hijos, críticos entusiastas, para que esta historia les sirva de ayuda en su peregrinar por la vida. A mi madre, por sus recuerdos, y a mis hermanos, primos y sobrinos que me han ayudado en el trabajo de campo. Mi agradecimiento también para mis tíos: José Varela Feijóo Mosquera, hoy patriarca de la familia, por su bonhomía y caballerosidad, y sus hermanos, la tía Conchita, representante sin duda de las tradiciones de los Mosquera, a la desaparecida tía Mary, por su encanto y dulzura, cuyo recuerdo siempre me transportará a mi infancia en Orense, al tío Fano, también desaparecido, que siempre tomó Villarino como parada y fonda en su continuo peregrinar de Aguete a La Rua y al tío Manolo Cabezas Feijóo Mosquera, primo de los anteriores, un señor. También quiero agradecer a los monjes de Osera y, en particular, a su abad Juan Javier Hernández, a su bibliotecario, padre Damián y al padre Rafael por su interés y ayuda en mi investigación.

Por último, una breve reseña bibliográfica de los textos consultados para poder escribir estas líneas:

- Pablo Otero Piñeyro Maseda, O apoxeo dos Escudeiros na galiza baixomedieval. O caso dos Vilariño. O seu patrimonio e parentelas.
- José Carlos Valle Pérez, La capilla de San Andrés en el Monasterio de Osera y las capillas funerarias en la arquitectura cisterciense de Galicia.
- Fray José Santiago Crespo, Blasones y linajes de Galicia.
- Miguel Romaní Martínez,“Colección diplomática Do Mosteiro Cisterciense de Sta. María de Oseira” (Tres tomos).
- Fray Tomás Peralta, Fundación, antigüedad y Progresos del Monasterio de Osera” Madrid, 1677.
- Pablo Otero Piñeyro Maseda, Apuntes Genealógicos de una estirpe de escuderos gallegos: los Mosquera (siglo XV).
- Carlos Barros, Violencia y muerte del señor en Galicia a finales de la Edad Media.
- Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, De las viejas estirpes a las nuevas hidalguías. El entramado nobiliario gallego al fin de la Edad Media.

En fin, lo que viene a continuación es una crónica imperfecta de nuestra familia desde los primeros tiempos allá por el año de Nuestro Señor del 983. Se empezó a construir esta historia en Villarino, en las estribaciones de la sierra de la Martiñá, a finales del mes de agosto de 2011, cuando la luz ya es dorada y anticipa el otoño. El modesto autor de la misma, José Ramón Varela Suárez, hijo de Jacobo Varela Feijóo Mosquera y nieto de Emilia Feijóo Mosquera únicamente intenta dejar a las generaciones presente y futuras una idea de quienes somos y de donde venimos. Paz y felicidad a ellas con la ayuda de Dios y la mediación de Santa María de Osera.
 

2. Posición social de los Villarino/Mosquera

1. La nobleza gallega en la Alta y la Baja Edad Media. Consideraciones generales. 

Unos meses después de haber iniciado mis modesta investigación sobre la historia de nuestra familia, disponía ya de una abundante documentación, pero todavía no era capaz de situarla en la compleja y, en ocasiones convulsa, situación política y social de la Galicia Feudal. Comenzaba ya a conocer, por los documentos examinados, quienes éramos y de donde veníamos, pero todavía no era capaz de situar a nuestra familia en medio de aquel vendaval político y bélico que caracteriza este larguísimo período de tiempo que va desde el siglo X hasta los Reyes Católicos. Reflexionando sobre esta inquietud, me di cuenta de que lo que me fallaba era, precisamente, conocer bien la estructura social y económica de aquellos años, por lo que me apliqué a su estudio y lo transcribo aquí porque, sin su análisis, resulta imposible entender lo que viene en los capítulos siguientes. En mi labor me ayudó mucho un trabajo del profesor Pardo de Guevara (De las viejas estirpes a las nuevas hidalguías. El entramado nobiliario gallego al fin de la Edad Media) que encontré en Internet y que extracto a continuación aún con la advertencia previa de que no siempre estaré de acuerdo con las conclusiones de este autor. 

Lleno de entusiasmo, como digo, me apliqué a la investigación sobre como eran las relaciones familiares, el significado de los tipos de parentelas, el papel de la mujer, la distribución de las herencias así como las causas de la desaparición de viejos linajes – la nobleza vieja - y la aparición de nuevos grupos, a veces de origen muy diverso, pero en general, conformando una nueva nobleza en fulgurante ascenso. Solo así pude llegar a entender la aparición, allá por el siglo XV del apellido Mosquera en la familia. Ruego por lo tanto un poco de paciencia al lector de estas líneas que desarrollo a continuación. 

Cuando se habla de parentesco, o, históricamente, de linaje, en España, lo mismo que en Europa, dominaba desde el imperio romano el llamado parentesco cognaticio, también conocido como horizontal o natural por conformar la familia por estrictos vínculos de sangre. En esta relación familiar, no se hace distinción entre hombre y mujer pues lo que forma la familia es, como he dicho, el vínculo de sangre, el cual puede ser en línea ascendente, descendente o lateral. Este tipo de parentesco, en el que los que llamaríamos políticos no son propiamente familia, es muy importante a efectos sucesorios. Al parecer, desaparecido el imperio romano, siguió estando vigente en España durante la época visigoda, hasta su sustitución por el llamado parentesco agnaticio o vertical, que ya existía en los primeros pasos de la historia romana. En este sistema, el dato que se toma en cuenta es el sometimiento al “paterfamilias”. Dicho de otra forma, en este tipo de parentesco, todas aquellas personas libres que tienen en común el hecho de estar sometidas a un “paterfamilias” son, entre si, parientes agnados. Así, por ejemplo, la extraña que se casa con el hijo de aquel, o los hijos de este matrimonio, son parientes a todos los efectos. ¿Por qué? Porque todos tienen en común la sujeción al mismo jefe. De la misma manera, si la hija se casa y pasa a depender de un nuevo jefe (el suegro), dejará de ser familia, porque su padre de sangre ya no tendrá potestad sobre ella. Entender este complejo sistema familiar y su implantación en Galicia, será fundamental para comprender, por ejemplo, porque en los documentos de los siglos X al XII se mencionan a nuestros antepasados por su nombre de forma individual, mientras que avanzando el siglo XIII ya se les menciona por su patronímico de los Villarino. 

Cuenta Ladrón de Guevara que la sustitución del sistema de parentesco horizontal por el vertical o troncal, fue el resultado de un largo y complejo proceso que presenta cronologías muy diferentes: en las tierras del norte de Francia, por ejemplo, se aprecia ya en los siglos X y XI, mientras que en el noroeste peninsular no comienza a manifestarse hasta ya avanzado el siglo XII, y cita, como causa de este desfase, la falta de un concepto claro de nobleza, como veremos muy claramente en el caso de nuestra familia, derivado de la invasión y consiguiente conquista musulmana, que dio paso a la descomposición de la aristocracia visigoda y a la fijación de una estructuras sociales nuevas y poco rígidas. El paciente lector que todavía tenga la curiosidad suficiente para continuar leyendo, tendrá que tener en cuenta este dato para poder entender la falta de concreción en el título con el que nuestros antepasados firman sus documentos en los que, como veremos mas adelante, pueden figurar con títulos tan variados y faltos de concreción como el de escuderos, milites, arrmiger , caballeros o hidalgos

Cuentan los estudiosos, como Ermelindo Portela y Carmen Pallarés, de la Universidad de Santiago, que el sistema de parentesco horizontal, dominante, como acabamos de ver, en la Galicia de los siglos X al XII, propició la existencia en aquellos momentos de un sistema igualitario, fijando su atención en el reparto equilibrado de las herencias, con una ausencia clara de una conciencia social de linaje y la falta de referencias familiares mas allá de las dos o tres generaciones anteriores. 

Esta situación social y familiar se confirma, en nuestro caso, con la gran cantidad de documentos en los que figura gente de nuestra familia cuyo único vínculo aparente no es el linaje, como sucederá mas tarde, sino la tierra, es decir Villarino, pero no como patronímico, sino como pequeños solares independientes donde desarrollaban su vida y entre los que figuraba, en ocasiones, el mas favorecido por la fortuna, es decir, el señor de la Pousa de Vilariño (cuyos nombres y vidas desarrollo en el apartado de los personajes). 

Sin embargo, poco a poco, comienzan a advertirse en los documentos manifestaciones aisladas de conciencia de grupo y solidaridad familiar; unas veces son simples expresiones relacionadas con los vínculos de carácter horizontal – parentes - ; otras, por el contrario, son incipientes manifestaciones de una conciencia de la ascendencia, como la extensión del patronímico, todavía sin cognomen o renombre fijo – así, por ejemplo, en su testamento, otorgado en 1448, ordena nuestro antepasado Roy Gonzalez de Vilariño ser enterrado en la Capilla de San Andrés de Osera, a la que se refiere como la “Capela dos de Vilariño, que foy e é dotada do meu linaje no Mosteyro de Santa María Dosseyra…”-; será a finales del siglo XIII cuando comienza a manifestarse una cierta cohesión dentro de la familia, perdiéndose el anterior reparto equilibrado de la herencia, para abrirse paso un creciente desequilibrio a favor del primogénito. Al propio tiempo, comienzan a advertirse también otros rasgos propios o característicos del parentesco troncal, en particular la tendencia a la primogenitura expresada en la continuidad en el poder y dominios de las más importantes familias, y en la aparición de la jefatura del linaje, concretada en un personaje que actúa como un referente carismático, no discutido, para todos los miembros del grupo familiar. En nuestro caso, esta evolución culmina, como veremos, en uno de nuestros antepasados mas destacados, el citado Roy González de Vilariño. 

Examinado este proceso que culmina con la consolidación de este nuevo sistema de parentesco, trataremos ahora de examinar su estructura social, es decir, en que forma se organizan el estamento de la nobleza. 

Ciñéndonos ahora a Galicia, nos encontramos con que, en los siglos XII y XIII, en lo más alto de la nobleza se encuentran los Condes de Traba, cuya trayectoria arranca con el Conde Pedro Froilaz, en las primeras décadas del siglo XII, y se extiende hasta la muerte de su tercer nieto, don Rodrigo Gómez, acaecida poco después de mediar el siguiente. Por debajo de ellos aparecen grupos familiares carentes de un renombre aceptado o de uso regular por las distintas líneas familiares, basadas en el reparto igualitario de las herencias y la capacidad de la mujer para transmitir bienes propios, lo que pone al descubierto la pervivencia del viejo modelo de parentesco cognaticio. Por este motivo resulta muy difícil, por no decir imposible, tratar de situar en estos dos siglos la importancia de una familia, debido, precisamente, a su organización parental. 

Sin embargo, el panorama comienza a cambiar a finales del siglo XIII, cuando, como ya se ha comentado, triunfa el parentesco troncal, materializado en la rápida y definitiva cristalización social de los linajes. En Galicia, este nuevo panorama no puede dibujarse con suficiente nitidez hasta ya bien entrada la centuria siguiente, en coincidencia casi con los profundos cambios que se derivan de la entronización en la corona de Castilla de la nueva dinastía Trastámara. Las persecuciones y purgas del reinado de Pedro I y la guerra civil subsiguiente provocaron la desaparición de una parte muy importante de la nobleza vieja (debido, sobre todo, a su posicionamiento en dicha guerra), pero también el auge de los que de aquella sobrevivieron (y creo que la nuestra fue una de ellas), encontrando nuevas oportunidades y estrechando sus vínculos con otras mejor situadas en el nuevo panorama. Ocurre así, por ejemplo, con la boda, mediado el siglo XV, de nuestro antepasado Lopo González de Vilariño con doña Aldonza Rodríguez Mosquera (perteneciente al poderoso linaje de los Moscoso) o la de unos años posterior de su hijo, Gutierre Gonzalez Mosquera con doña Inés Pérez de Alban, del joven y pujante linaje de los Villamarín. 

En definitiva, en mi opinión, considero que la posición social dentro de la nobleza viene determinada, no tanto por el título sino por la importancia del linaje dentro de la compleja organización social. En Galicia, en estos últimos siglos de la Edad Media, desaparecidos los carismáticos condes de Traba, y agotado el poderoso linaje de los Castro, encontramos en la cúspide de la pirámide a los señores de Trastámara y de la Casa de Lemos. Con ellos, aunque a cierta distancia, se encuentran las estirpes en ascenso, como los Sotomayor, los Moscoso (con los que nos encontramos emparentados), los Andrade y los Ulloa. Por debajo de ellos, en un escalón inferior, los Camba, Saavedra y Taboada en la nobleza orensana. En la base de la pirámide, y junto a los linajes orensanos de los Villamarín, Puga, Noguerol, etc, se encuentran situados, en opinión de Pardo de Guevara, los Mosquera, quienes, según este autor, representarían los intereses de la Casa de Lemos, cuando ya agoniza la Edad Media a finales del siglo XV. 

Hechas estas consideraciones generales y antes de entrar en el análisis individual de cada uno de nuestros antepasados en el turbulento y en ocasiones oscuro período de la Edad Media, he considerado interesante efectuar un análisis previo del significado social que en esta época pre-Mosquera tuvieron los que han sido llamados en los documentos de la época “Los de Vilariño”. Responder a preguntas tan sencillas de plantear como difíciles de contestar, como si pertenecían a la nobleza, si poseían tierras o riquezas, si tenían influencias y similares, me pareció básico para situar y comprender mejor a nuestros ancestros. Todas estas preguntas son las que trataremos de contestar a continuación. Antes, sin embargo, unos breves datos sobre la población de Piñor a mediados del siglo XVI (no los encontré anteriores, pero los aporto porque me parecen significativos) pues nos ayudarán a comprender mejor esta investigación. 



2. Piñor en la Edad Media 


Según la información que facilita la Xunta de Galicia en su página web, son pocos los datos que se tienen sobre población en esta época, pero en el censo de 1571 hecho para asentar los moriscos granadinos, se refleja que Piñor estaba repartido entre las jurisdicciones de Orcellón y Castela contando el ayuntamiento con 103 vecinos, repartidos de la siguiente manera: Barrán 26, A Canda 16, Carballeda 10, Coirás 21, Loeda 13 y Torcela 17. 



Según datos de la propia Xunta, la parroquia de A Canda estaba dividida en dos cotos desde el siglo XVI que se encontraban bajo el dominio de las familias Noguerol (dueños del Pazo de Reda) y de los Mosquera (dueños del Pazo de Vilariño). 

La parroquia de Loeda, en el siglo XVI figuraba como coto. Según un documento del “Catálogo del Archivo Monacal de Oseira”, parte de este coto pertenecía al escudero Jácome Ougea en 1556. El coto contaba con un juez que impartía justicia tanto en Loeda como en Vilariño. 

La parroquia de Barrán pertenecía a la jurisdicción de Amoeiro y estaba bajo el señorío de los condes de Rivadavia. 

Las parroquias de Carballeda, Coirás y Torcela estaban bajo la jurisdicción del Monasterio de Oseira. 

3. Villarino a mediados del siglo XVIII. 

3.1 Nuevas fuentes

Como en la inmortal obra de PirandelloSeis personajes en busca de un autor, empiezo a sentir que no soy yo quien dirige este modesto trabajo, sino que son los personajes los que vienen y van a su antojo, dejándome a mi la modesta tarea de mero relator de lo que ellos fueron y representaron en el largo devenir de nuestro particular “teatro de los sueños” que representa Villarino para nuestra familia. Viene esto a cuento de que, cuando hace un año comencé a investigar la historia del Pazo, tenía las ideas muy claras: partiendo de la trascripción del manuscrito elaborado por nuestro anónimo relator de La Buzaca, podía contar quienes vivieron aquí de una forma cronológicamente ordenada, y aportar algunas y modestas ideas de la significación social y económica de nuestros antepasados. Para ello abrí varias líneas de investigación con la idea de avanzar conjuntamente en el desarrollo de las mismas, pero pronto me percaté de que la técnica era equivocada, pues el estudio de los personajes me demostró que primero tenía que conocerlos a ellos y, solo por este conocimiento, podría hablar de los temas sociales y económicos. Por este motivo, durante un tiempo dejé en el olvido esta parte hasta no haber terminado el estudio completo de los personajes. Así lo hice, hasta que nuevamente los personajes se rebelaron y me obligan ahora a volver a esta parte del estudio, pero dando un salto en el tiempo, hasta mediado el siglo XVIII, y todo ello porque uno de ellos, Don Luis Mosquera, me vino a decir que de él se habían escrito muchas cosas y era el momento de contarlas 

Y así es. Vuelvo a esta sección porque, tal y como cuento en otra parte de este foro, gracias a la amabilidad y profesionalidad del personal del Archivo Histórico de Orense, he accedido al Catastro de Ensenada, que se revela como fuente impagable en nuestro estudio. Vaya por delante que, por mi formación profesional, conocía la existencia del catastro pues su mentor, el Marques de la Ensenada, y su obra figuran en un lugar de privilegio en la historia de la Hacienda española junto con Navarro Rubio (el padre) y Francisco Fernández Ordóñez, siendo ellos los tres grandes ministros de hacienda de nuestro país. Lo que no conocía era el detalle del Catastro y, mucho menos, que Villarino y nuestros antepasados figurasen en el mismo. 

3.2 El Catastro de Ensenada. 

Con el nombre del Catastro de Ensenada se conoce la investigación llevada a cabo en España (salvo País Vasco, debido a los privilegios reconocidos en su régimen foral) durante el reinado de Fernando VI, entre los años 1750 y 1754. Fue puesto en marcha por el Marqués de la Ensenada, a la sazón Ministro de Hacienda, por Real Decreto de 10 de octubre de 1749 y tenía como objetivo establecer un censo de personas y propiedades como paso previo a una profunda reforma fiscal que sustituyese el farragoso e injusto conjunto de impuestos vigentes en la época, por una contribución única,"a proporción de lo que cada uno tiene, con equidad y justicia”. 

Para conocer la renta real de las personas, lugares y provincias del Reino, que sirviese de base a dicha contribución, era necesario hacer previamente una "averiguación" universal de todos los bienes de los vasallos, sin excepciones, incluso de los eclesiásticos y de los nobles. El Catastro, se realiza a partir de las declaraciones individuales, que se hacían cabeza a cabeza, tanto unidades familiares, como institucionales. En esto consiste el Catastro: declaraciones de bienes de los titulares, comprobación de la veracidad por la Administración con ayuda de los peritos y técnicos, constitución de los libros donde se registraba todo, cálculo del valor fiscal de esos bienes, establecimiento de los estadillos de resumen de cada pueblo (separando los legos y eclesiásticos) y a su vez de cada provincia. Todo ello para calcular la renta local, la provincial y la del Reino. 

Las operaciones catastrales costaron a la Hacienda Real, según Canga Argüelles, cinco años de esfuerzos y 40 millones de reales. Para Concepción Camarero, "el número de jueces subdelegados que dirigieron dichas averiguaciones en cada una de las 14.672 entidades de población se acercó al millar; en sus audiencias trabajaron más de seis mil hombres, los peritos de los pueblos pasaron de los noventa mil; en los documentos elaborados quedaron registrados más de siete millones de personas y varios cientos de millones de piezas de tierra, que se pasearon y reconocieron una a una y muchas se midieron; se contaron las colmenas y cada una de las cabezas de ganado; se obtuvieron las tazmías de cinco años; los cabildos, monasterios y nobles tuvieron que desempolvar legajos de sus archivos para hacer copiar y autentificar los documentos en los que figuraban sus ancestrales privilegios; no quedó casa, ni corral, ni tienda sin medir, ni cuba de vino sin cubicar; en muchos pueblos hasta se contaron los árboles". 

De la inmensa documentación que originó el catastro, utilizo como fuente de mi investigación una parte de él, la conocida como “el interrogatorio” pues nos ofrece, por decirlo en forma gráfica, la foto de cada unidad catastrada en un momento determinado. De forma sistemática, las autoridades locales, ayudadas por peritos, contestan a un cuestionario impreso, el mencionado interrogatorio, que consta de 40 preguntas sobre el nombre, límites, jurisdicción, fuentes de riqueza de los vecinos y el concejo, incluyendo campos, casas, cultivos, ganadería, comercio e industria, y número de contribuyentes. 

En concreto, las preguntas eran las siguientes: nombre de la población (pregunta 1); jurisdicción (2); extensión y límites (3); tipos de tierras (4, 5); árboles (6, 7, 8 y 13); medidas de superficie y capacidad que se usan (9, 10); especies, cantidad y valor de los frutos (11, 12, 14 y 16); diezmos y primicias (15); minas, salinas, molinos y otros "artefactos" (17); ganados (18, 19 y 20); censo de población, con vecinos, jornaleros, pobres de solemnidad (21, 35 y 36), censo de clérigos 38 y conventos (39); casas y otros edificios (22); bienes propios del común (23), sisas y arbitrios (24), gastos del común, como salarios, fiestas, empedrados, fuentes (25), impuestos (26 y 27); actividades industriales y comerciales, con la utilidad de los bienes o servicios producidos: tabernas, mesones, tiendas, panaderías, carnicerías, puentes, barcas sobre ríos, mercados y ferias (29), hospitales (30), cambistas y mercaderes (31), tenderos, médicos, cirujanos, boticarios, escribanos, arrieros etc. (32); albañiles, canteros, albéitares, canteros, herreros, zapateros etc. (33, 34); embarcaciones (37); bienes enajenados 28 y rentas propias del Rey (40). 


Pese a que la reforma fiscal que constituía la razón de ser de este enorme esfuerzo burocrático nunca se llevó a cabo, el importantísimo volumen de documentos nos permite acceder a la más completa radiografía de la Corona de Castilla a finales del Antiguo Régimen y es fuente inagotable de conocimiento para historiadores o simples interesados en la historia de nuestro país. El Archivo General de Simancas custodia la copia compulsada completa de las contestaciones de las 13.000 localidades de la Corona de Castilla. 

El Interrogatorio del Coto de Villarino se firma el ocho de enero de 1753 y es el que recogemos a continuación (puede haber errores, pues está redactado en castellano de la época, y su trascripción no ha sido fácil, como mi mujer Teresa, su autora, pudo comprobar). En aquel momento era poseedor del Pazo nuestro antepasado Luis Antonio Mosquera y así respondieron a las cuarenta preguntas del Interrogatorio. 

3.3 El interrogatorio


Interrogatorio del Coto de Villariño de Pedro López (Mosquera) 

En el lugar de Guisamonde, a ocho días del mes de enero del año de mil setecientos cincuenta y tres, delante del señor D. Joseph Vicente López de Agra y Pereira, Regidor perpetuo de la Ciudad de Orense, Subdelegado de la Real Junta de la única Contribución, bajo las ordenes del señor D. Francisco Javier García Serón, intendente de estas operaciones en este Reyno de Galicia, y del infraescrito escribano de Su Majestad, comparecieron: Joseph Cornado, Juez y Justicia ordinaria en el Coto de Villariño de D. Pedro López, uno de los que compone esta provincia de Orense, Joseph da Da, vecino de las casas de Porto do Souto, y Narciso Barrosa, vecino del lugar das Lagoas, peritos nombrados por dicho juez; y vecinos: Andrés Lorenzo, vecino del Coto de Belle, y Blas Rodríguez, del lugar de Tamallancos, también peritos nombrados por parte de Su Majestad (Dios le guarde); unos y otros para responder y dar solución a las preguntas del interrogatorio y formulario de la letra A, que contiene la Real Instrucción, y antes de ahora les está manifestado bajo el juramento que tienen hecho, y a mayor abundamiento ratificándose en él, prometieron decir verdad según su saber y entender, conforme se han instruido, y reconocieron sin la menor pasión, dolo ni fraude alguno, y dando razón cada uno de por sí a presencia de D. Rosendo Alvarez de Castro, cura párroco de la parroquia de San Mamed da Canda, depusieron lo siguiente: 

1ª (Nombre de la población) a la primera dijeron que dicho Coto y su población genéricamente se denomina Villariño de Pedro López, el cual se compone de las aldeas siguientes: Lagoas, Mirela, Porto do Souto y Villariño, las que están dentro de los términos de la parroquia de San Mamed da Canda, a excepción de una corta porción del mencionado lugar o aldea de Villariño que es de la parroquia de Santa Eulalia de Longos, anejo del Monasterio de Osera, orden de San Bernardo, y responden 

2ª (Jurisdicción, propiedades y derechos) a la segunda, que su jurisdicción civil y criminal es de D. Luis Antonio Mosquera, vecino de dicho Coto, quien nombra juez, teniente, ministro y escribano de número, aunque al presente no le hay, y por razón del dominio jurisdiccional percibe de todos los vecinos legos cabezas de casa que mueren en dicho coto, el oro de luctuosa, que es la mejor alhaja, mueble o semoviente que quede al difunto, o su valor, y regulan que el referido año le tendrá de utilidad en cada un año veinte reales de vellón, y responden 

3ª (Situación geográfica y tamaño del territorio) a la tercera que el territorio que ocupa el término de dicho coto de Levante a Poniente será medio cuarto de legua, y de Norte a Sur otro medio cuarto, y de toda su circunferencia media legua, que se podrá andar en hora, y confronta Levante con el Coto de Vilariño de Noguerol, Poniente, Sur y Norte con la jurisdicción de Osera, y se demarca por los mojones y linderos siguientes: empezando en un marco llamado das Lagoas, sigue al marco de Levón, y de allí al marco llamado de Tordos, y de este al de la fuente de Salgueiros, y de este al de Vilar, y demarcando con el Coto de Vilariño de Noguerol hasta el puente Mirela, y por el río abajo hasta el sitio del Pozo boo, hasta donde principió la demarcación, y su figura es la del márgen, y responden